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La desvergüenza panista

Durante El Panismo, Una Década De Impunidad

Gibran Hernández


A los funcionarios de la cuarta transformación y al presidente les critican literalmente hasta los zapatos, pero del caos espantoso en que tienen sumido a Guanajuato, no dicen nada.


Así ha sido siempre el PAN, ese partido de derecha que jamás se ha asumido como tal, el que está contra los derechos reproductivos de las mujeres pero se dice feminista, que sumió al país en una guerra con miles de muertos a los que llamó daños colaterales y jamás aceptó que la estrategia fue fallida, menos los nexos del narcotráfico de su secretario de seguridad, Genaro García Luna, que hoy enfrenta un juicio en EEUU, los que ahora lloriquean por la libertad de expresión defendiendo a un racista descarado como es Chumel Torres, pero en su momento celebraron que Aristegui fuera despedida de MVS, callaron ante las amenazas de muerte a Lydia Cacho y Anabel Hernández, a quienes persiguieron y tuvieron incluso que exiliarse para salvar sus vidas. Es interminable el rosario de infamias y corrupción de su partido, los desvíos de recursos, el robo de combustibles, los ecocidios: en todo lo que hartó a los ciudadanos que votaron masivamente en su contra en 2018 están directamente involucrados y asociados con el PRI, lo mismo que coludidos con el chuchismo que ahora forma parte de su coalición con lo peor que quedó del extinto PRD.


Sus orígenes son reaccionarios, filonazis, del sinarquismo que no es otra cosa que los infames cristeros, esos violadores, asesinos y torturadores de maestros rurales que combatió Calles. Aún Fox usó sus arengas cristeras en campaña. Siempre han sido aliados de la curia corrupta y pederasta, a la que han protegido para que no fueran a juicio. Y aún así se ostentan como próceres de la moral y la rectitud.


Todas las iniciativas en contra del bienestar, de la equidad, de la justicia social, son suyas. En los doce años que tuvieron el poder casi absoluto desmantelaron todo cuanto pudieron, no conformes con habernos sumido en la inseguridad y la violencia, encarecieron la vida, le dieron cabida al esclavismo con pasos extra que es el maldito outsurcing. Ya del resto se encargó su socio Enrique Peña Nieto y su equipo, del cual comparten a Meade, ese que fue candidato y permitió la estafa maestra por la que Rosario Robles está en prisión, un desvío de recursos inmenso y descarado. De ellos son los hospitales inaugurados en obra negra, la Estela de Luz y la barda de la refinería, ambas en sobreprecios absurdos que indican flagrante corrupción.


También les debemos la asquerosa guerra sucia en medios que vivimos desde 2006 y no ha parado desde entonces: con ellos se creó el chayote a los sicarios de la desinformación, a través de la compra de publicidad oficial millonaria, para que callaran ante la violencia, injusticia y crímenes, mientras al mismo tiempo atacaban sin cesar a Andrés Manuel López Obrador y a la izquierda. Fueron ellos, no nosotros, quienes polarizaron a la sociedad y quienes crearon el odio irracional al presidente, basado en mentiras, noticias falsas, acusaciones idiotas como llamarlo comunista, etcétera.


Hoy insisten en que debemos dejar el pasado atrás y dejar de culparlos de la miseria que crearon, de la corrupción de la que se enriquecieron, de la violencia que desataron, del odio que avivan a cada oportunidad, porque saben que la memoria histórica es precisamente lo que les hizo perder miserablemente las elecciones y se las hará perder nuevamente en 2021: tienen una intención del voto menor al 18% y descendiendo. Y no, no habrá para ellos ni perdón, ni olvido.


Se han ganado su lugar permanente en el basurero de la historia: por el bien de la nación deben desaparecer de la escena política nacional y jamás volver.

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