Pocos o ningún personaje de la escena política mexicana producen tanto repudio como Felipe Calderón Hinojosa, no sólo en la izquierda sino en la misma derecha a la cuál utilizó y destruyó para sus ambiciones personales. Desde el infame Fobaproa, pasando por el fraude electoral descarado de 2006 y el apoyo a Enrique Peña Nieto, al grado de ser el responsable de comprar el palacio volador que aún tenemos como lastre y emblema de la insensibilidad social de la clase política derechista, de su derroche descarado ante un pueblo al que empobrecieron a niveles espantosos, al que hundieron en la violencia, la miseria y la injusticia. La Estela de Luz, la refinería que sólo fue una barda, los hospitales entregados en obra negra, el robo de combustibles, el daño a la institución del ejército con una guerra que jamás prometió en campaña pero utilizó para legitimarse después de usurpar la presidencia de la república, entrando por la puerta trasera a tomar protesta, en una de las elecciones más corruptas de la historia, como quedó demostrado en miles de videos, testimonios y pruebas de que hubo compra de votos, alteración de actas y urnas, y aún así, apenas pudo obtener una diferencia insignificante que era evidentemente fraudulenta, pero tal es la personalidad de Felipe Calderón: no le interesa lo que tenga que destruirse con tal de lograr sus intereses.
Y lo
sigue demostrando al día de hoy en su terquedad de volver al poder a
través de su impopular esposa, aquella que buscó la impunidad para sus
familiares, responsables de la tragedia de la guardería turbiamente
subrogada, ABC, donde murieron niños muy pequeños, algo que cala
hondo en cualquier humano empático, pero no así para los
Calderón-Zavala, que de carecen totalmente de sensibilidad social,
de vergüenza, como de capacidad política. Sólo la corrupción
imperante y el tráfico de influencias es lo que los mantiene en la
escena de la función pública, eso y sus legiones de cuentas falsas,
esas que se pagan a peso por like o tuit favorable, muy probablemente
dirigidas por su vástago mayor, usando al deplorable y ridículo
personaje de Tumbaburros, supuestamente “influencer”, pero más
bien mercenario de la derecha más vulgar, obtusa y nefasta que se
pueda encontrar en redes. Esa es su gran estrategia política: compartir noticias falsas tan absurdas que luego tiene que borrarlas y tuits en los que hace gala de su antipatía e incapacidad de admitir el error.
Y de manera obsesiva, ridícula, toda esa familia y sus esbirros virtuales pagados comparten noticias falsas, con la esperanza de que ese golpeteo político les rinda los frutos que les dió la guerra sucia que empezaron el 2006 con sus infames spots difamatorios en contra del ahora Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, pero la gente se hartó en doce años de balazos, muertos, empobrecimiento y corrupción descarada: dejó de creer en todas esas mentiras y al fin dió un voto de confianza multitudinario e histórico a la izquierda por primera vez en la historia nacional.
Pese a que su operador más cercano y secretario de seguridad, Genaro García Luna, hoy está en juicio por sus vínculos con el narcotráfico en EEUU, los Calderón Zavala en su cinismo niegan todas las evidencias, porque no son acusaciones nada más. Quieren vendernos la idea de que no sabían nada de lo que ocurría a su alrededor mientras tuvieron el poder. No conformes con eso además pretenden que después de haber arrebatado por las malas la presidencia, de haber corrompido las instituciones, de generar la polarización, porque fueron ellos, no la izquierda, de todas sus infamias y crímenes, volver a Palacio Nacional, a instalar nuevamente su régimen de terror, de censura, de intolerancia. Y pese a eso hay aún un puñado de fanáticos que efectivamente los siguen y les creen, pero cada día que pasa son menos y lo saben. Lo que sí se les debe reconocer es que su ineptitud, su desvergüenza, su incapacidad para el diálogo, su incomprensión de la realidad social mexicana, su nula autocrítica que no puede reconocer el repudio social que producen con razones de sobra, es lo que ha cimentado de hecho el apoyo incondicional de cada vez más mexicanos a la izquierda, no sólo al presidente y su proyecto, sino a nuevas figuras que destacan por su capacidad, como el doctor Gattel o el también muy popular canciller Marcelo Ebrard, Santiago Nieto, entre muchos otros funcionarios que se diferencian de forma abismal de la derecha en general, pero sobretodo de la deplorable familia calderonista que incluye a la también impresentable Mariana Gómez del Campo, otro personaje que como el resto de su árbol genealógico carece de carisma político, de capacidad y de retórica, podemos leer sus exabruptos y ridículos, y sabemos bien que sólo está en la función pública gracias a su parentesco con el usurpador.
No pueden pues emplear un discurso convincente que aglutine masas, porque su ideología va en contra de los intereses de las clases populares, y también de las medias aunque algunos ingenuos crean que son su mejor opción: son simplemente vividores del erario que jamás presentan ninguna iniciativa que no sea seguir el credo monetarista y oligarca, la mano dura fascistoide que no entiende las problemáticas sociales, ni le interesa resolverlas, sólo reprimirlas, y en menor medida, la mentalidad retrógrada de los golpes de pecho de la hipocresía que niega los derechos reproductivos a las mujeres, a las minorías y a los desamparados los culpa de la miseria en la que sus mismas políticas han arrojado.
Por el bien de nuestra nación nadie debería darles el voto jamás, deben ir a donde pertenecen: el basurero de la historia, y no salir de ahí.
Aunque a Felipe Calderón es muy probable que le aguarde una celda en ADX junto a Genaro García Luna, todo dependerá de qué ocurra en EEUU, que en éste momento tiene un problema civil enorme que quizá aborde en otro artículo.
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