Gibran Hernández
Conversaba con un buen amigo que no está involucrado en la política, que dió un voto al proyecto de la transformación nacional pese a que no se siente representado en realidad por ésta, sino por el hartazgo del régimen de la derecha, por la corrupción descarada del priísmo y el panismo, más los candidatos patéticos y alejados de la realidad social que propusieron en 2018, no obstante, no es simpatizante en lo absoluto del presidente, ni de los políticos en general, como le pasa quizá a gran parte de la ciudadanía, sin importar su extracción social.
Eso es algo que debemos contemplar en todo momento los que sí militamos en la izquierda socialdemócrata y luchamos desde al menos hace 20 años por un cambio político electoral que apenas hace un par de años rindió frutos, pero hay que decir que en gran medida nos ayudó el cinismo delincuencial de la derecha, más que nada: la gente le dio una oportunidad al cambio pero eso no significa que sean incondicionales, ni que ese voto esté garantizado. Si a eso le sumamos la maquinaria mediática y el poder económico de la derecha tenemos un escenario muy adverso: lo sufrimos todos los días con los embates de la prensa derechista, teniendo que desmentir diariamente noticias falsas, sacadas de contexto, calumnias y teniendo que difundir los logros en el combate a la corrupción, los de los programas sociales, teniendo que explicar su impacto, poner en contexto cada vídeo del que extraen y editan lo necesario para manipular a la población y hacerle creer que vamos al abismo, cuando es todo lo contrario.
Me cuestionaba entonces mi amigo que por qué defiendo a capa y espada al gobierno: le explicaba que considero que ya hace suficiente la derecha con sus difamaciones diarias y tergiversación de las noticias como para también sumarme a su golpeteo con "fuego amigo". Pese a que tengo discrepancias con muchas cosas y efectivamente podría sustentar sólidas críticas, considero que eso es sabotear mi propia ideología y proyecto, porque al igual que millones creo firmemente que el logro como el proyecto es colectivo, no es únicamente la aspiración individual o partidista del presidente y su gabinete, ni de las cámaras, sino un anhelo de justicia social, de cambio democrático, de cese a la simulación, la corrupción y ponerle un alto a la voraz oligarquía nacional. Ésto nos ha costado muertos, desaparecidos, persecución política, a nivel personal puedo decir que me ha cerrado puertas y ventanas en mi desarrollo profesional y artístico, pero aquí sigo, convencido de que estoy haciendo lo correcto y la historia lo habrá de refrendar así.
No obstante, para los ciudadanos que no están tan politizados, cuya participación democrática se reduce al voto y a una que otra conversación sobre los medios y la función pública, los “political junkies”, como acertadamente nos llama un camarada, nos vemos precisamente así: como obsesionados por un tema que al mexicano común no le ocupa la mayor parte de su tiempo y esfuerzo, pero ese es el ciudadano que elige, el determinante en cada proceso electoral y al que esa maquinaria mediática intenta con todas sus fuerzas convencer de que se equivocó al votar por la izquierda, que somos iguales, que somos peores, que somos comunistas autoritarios pero al mismo tiempo, más neoliberales y corruptos que el régimen derrotado. Y como tampoco la lógica formal y la retórica son de dominio popular, no se preocupan de contradecirse o de lanzar un discurso tan absurdo: lo importante es machacar y que en el imaginario colectivo calen sus mentiras.
Por todo esto es que considero que defender el proyecto social y político de la transformación es indispensable, porque de no hacerlo esa maquinaria va a convencer al electorado de corta memoria histórica y poco o ningún interés en profundizar en la política, ni en la historia, la administración pública, la lectura de textos especializados de humanidades y ciencias sociales en general. No niego que es algo arduo, a veces incluso exasperante cuando se tiene que lidiar con “adversarios” que sólo recurren al insulto, la descalificación y la mentira como únicos recursos, pues no tienen ninguna otra manera de convencer, ni de ganar la discusión. Pero ésto último ha sido nuestra gran fortaleza política y moral: tenemos formación, argumentos, convicción, sobre todo, buena voluntad. Somos buenos o pretendemos serlo, buscamos el bien común, la justicia colectiva y el resurgimiento de nuestro país, anhelamos que sus recursos sean bien administrados en beneficio de las mayorías y no sólo el botín de un grupo de criminales oligarcas sin escrúpulos, ni vergüenza, que no quieren cumplir con la ley, con sus obligaciones fiscales y sociales, que no respetan la democracia, la detestan de hecho, y por eso es que los derrotamos de sobra en 2018.
Pero esa victoria fue sólo el inicio: ahora debemos defender con más ahínco y lograr aún más. No podemos arriesgarnos a que retomen el poder, pues su revancha sería catastrófica para la nación. Ya dejaron claro que harán lo que sea, incluso recurrir a la violencia, para recuperar lo que creen suyo sólo porque lo habían robado siempre. No debemos permitirlo bajo ninguna circunstancia, y por eso es que creo un deber defender la transformación nacional: las críticas deben ser duras al interior, las exigencias también, pero no vamos a darle al adversario las herramientas de las que carece para que nos destruya, no le vamos a allanar el camino para que acabe con nuestra lucha fácilmente.
Ganamos varias batallas importantes pero la lucha política es perpetua.
Es lucha de clases.
ResponderEliminarLicha de clases. Asi es, estan moralmente derrotados. En todos sentidos no tienen ideologia ni imaginacion alguna. Solo el golpeteo y el escandalo por todo lo quecse haga. Ya que estos van por el poder a como de lugar sin importarles nada. Utilizar violencia medios senados amistades corruptas que es el aceite de su motor para generar pobreza miseria y matar a todo lo que se interponga en su camino. Y coincido que si no se actua y se defiende esto que empieza, en todo terreno y no hacemos la conciencia de clase que nos corresponde esto se unde. Desde las bases
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