El poder adquisitivo y el consumo es lo que a la mayoría de los ciudadanos les hace creer que tienen más o menos éxito, por ende muchos de ellos se dedican a simular que tienen más y se endeudan con los bancos, tiendas departamentales, prestamistas, usureros, incluso con sus familiares y amigos, para mantener un status, también las redes sociales juegan ahora un papel en esa simulación con sus filtros, sus trucos, etcétera.
Todos esos simuladores han generado una cultura y una pertenencia con una clase que no les corresponde y de la que jamás formarán parte, pero no hay dato duro, ni realidad que los convenza de lo contrario: los charlatanes del coaching, la mentalidad de tiburón, los decretos y el pensamiento mágico en general le han hecho un daño irreversible y contundente a la sociedad, creando una alienación fetichista, erosionando casi por completo la solidaridad, la empatía y la conciencia social para poner en un pedestal el individualismo, el narcicismo y el consumismo.
Por eso no es de extrañarse que sean recalcitrantemente derechistas, abiertamente clasistas y despectivos con cualquiera que cuestione su mentalidad. Desgraciadamente la izquierda no ha sabido tampoco cómo dirigirse a ese cada vez más abundante sector de ciudadanos que también suelen enarbolar causas sociales desde un ángulo totalmente superficial y mediático: ellos son los que hacen los linchamientos digitales, los escándalos por nimiedades, mientras dejan de lado lo crucial porque eso requiere profundizar.
Son los típicos que se quejan de las biblias de comentarios y el mucho texto, que creen que leer una cuartilla es demasiado para abordar un tema, que un meme es una fuente confiable y suficiente para opinar de un tópico, que una consigna es algo irrefutable y verdadero, que una acusación al aire y sin pruebas debe ser creída sin averiguaciones, que basta el titular de una nota, no es necesario leer el artículo, menos contrastarlo con otros más.
Será una misión bastante difícil poder hablarle y convencer a un grupo de personas con semejantes criterios y visión del mundo, sin embargo son bastante volubles y contradictorios, la derecha lo sabe, igualmente los publicistas, los únicos que nos hemos enterado tarde de todo ésto somos los que nos dedicamos a indagar a fondo e ingenuamente creemos que la razón puede y debe vencer siempre a las vísceras, que la forma es fondo.
La realidad ha cambiado y hay que enfrentar éste nuevo escenario, buscar estrategias para simplificar el mensaje, es triste, es superficial, pero no tenemos alternativa, de lo contrario perderemos todo el esfuerzo de años de lucha en un santiamén si no buscamos alternativas.
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