Como ya había expresado en el primer manifiesto de la canción filosófica existe la necesidad de hacer crónica histórica y retratar el presente a través de la canción, el arte siempre ha sido el instrumento por medio del cual se expresan las realidades, se denuncian injusticias y se exaltan las esperanzas de los creadores como sujetos históricos y políticos. Somos los intelectuales de las cuerdas y el canto, aunque no quieran reconocerlo así los privilegiados que creen que tienen el monopolio del saber y la discusión pública.
También expresé que hubo un despojo y una usurpación de la labor del trovador y de la trova que es una expresión cultural de izquierda, que ahora es vendida como una marca registrada al igual que pasó con la emblemática figura del Che Guevara que terminó en pantalones Furor y en toda clase de artículos de venta. Ahora cualquier balada cutre llena de lugares comunes ya se endilga ese nombre y no contentos con eso, descalifican al autor de protesta y de crítica social, como un indeseable panfletario: pretenden echarlo de su propia canción y movimiento cultural como si las problemáticas ya no existiesen o fueran tabú "porque no venden", porque también ahora creen que el objetivo es venderse al mejor postor y ser interpretados, bien por la narcocultura o por el ruido neoliberal llamado reguetón.
En su profunda ignorancia de los procesos sociopolíticos y de los movimientos artísticos quieren que se haga un arte estéril de toda crítica, de toda opinión, de todo conocimiento, que se limiten a ser entretenimiento inocuo, cursi y sin contenido, cuando precisamente la razón por la que nacieron todas esas expresiones artísticas fue para ser contraculturales, para denunciar ese tipo de entretenimiento y no temer a ser proscritos o no tener fama y fortuna, irónicamente esa actitud rebelde y contestataria fue lo que dignificó y popularizó a la trova en sus años de auge. Por eso es que insisto que la etiqueta ya carece de valor, porque tanto sus supuestos artistas como sus escuchas desconocen sus orígenes, no les interesan o abiertamente los rechazan.
Invito pues nuevamente a la canción filosófica a todos aquellos que entienden todo lo que estoy planteando aquí y en artículos anteriores, a los que buscan más que solamente entretenimiento, a los creadores que quieran proponer fuera de esas limitaciones tan pedestres y a los escuchas que quieran nutrirse sonoramente con más que eso.
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