Una de las grandes vanidades de la falsa progresía posmodernista que pulula
en las redes sociales es una supuesta ruptura con la moralina y el moralismo
donde en su ignorancia absoluta de los estudios filosóficos sobre la ética
y las costumbres creen que ir en contra de lo establecido por éstas es
ser más progresista, más vanguardista, moderno e intelectualmente superior,
por ejemplo pensando únicamente en las costumbres respecto del ejercicio de
la sexualidad, sin ver que no es el único ámbito en el que opera la moral:
no matar a un semejante o no cometer un crimen en contra de un ser
vulnerable e inocente también forma parte de los códigos de conducta
que llamamos morales en las sociedades humanas, prácticamente de manera
universal, siendo reprobables en todas las culturas, que se sepa.
Por supuesto que las discusiones y cambios en éstos códigos que permiten
la convivencia humana más o menos armónica se van desarrollando a la par
que hay cambios generacionales y tecnológicos, todo lo que se gesta en
las sociedades influye en cómo se van reestableciendo y elaborando en
función de los nuevos escenarios y conflictos a resolver, puesto que
tampoco son reglas inamovibles y eternas como pretenden a su vez los
más recalcitrantes conservadores, el otro extremo del espectro ideológico
que igualmente es incapaz de entender éstos temas trascendentales.
Pero nunca fluyen en un sentido absolutamente opuesto: no resulta de
los cambios sociales que de pronto sea lícito lo que se considera un
crimen grave, en todo caso la discusión sobre lo lícito e ilícito se
da de forma paulatina y acorde a pragmatismo en el mejor de los casos.
A lo largo de la historia humana han existido períodos que se consideran
decadentes por la permisividad, por lo que universalmente podemos llamar
depravación por ejemplo en los excesos de finales del imperio romano como
en las represiones infames de la edad oscura o en tiempos recientes de
los regímenes totalitarios o fundamentalistas.
Es por ello que la supuesta ruptura con lo moral no es necesariamente algo
positivo y que deba abrazarse como la nueva verdad inapelable o panacea
de la libertad humana como piensan los posmodernistas de redes sociales:
una cosa es la discusión mesurada y paulatina de las costumbres entendiendo
que existen por un proceso semejante en el que alguna vez fueron un avance
social y si bien hay que revisarlas constantemente y depurarlas eso no
significa que todo aquello que rompa con lo establecido sea necesariamente
positivo, bueno y útil para la sociedad y sus individuos.
Ésto no es pues una defensa de la moralina y el conservadurismo, ni mucho
menos un ataque a la búsqueda de libertades y derechos modernos, sino
un llamado al rigor, la seriedad en dichos temas. He leído cantidad de ideas
contradictorias, disparatadas y absurdas sostenidas como la más elevada
de las tesis éticas que únicamente se sostienen por la creencia infundada
de que la convivencia humana será mejor si se renuncia a todo pacto
colectivo de conducta, sin ningún atisbo de reflexión crítica al respecto.
En síntesis: no todo lo nuevo es necesariamente bueno y mejor, así como
todo lo establecido tuvo su razón de ser y en algún momento fue innovación.
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